Sergio Martínez ocultó su pésimo estado físico y el puertorriqueño lo dejó sin el título mundial mediano del CMB. Fue nocaut técnico 10.
Los ciclos, inexorable e indetenidamente, se cumplen. Lo que queda atrás es nada más que historia, aunque muchas veces ésta alcance a producir el fenómeno de convertirse en inolvidable. En el recuerdo, hoy y siempre, lo hecho por Sergio Gabriel Martínez tendrá la vivencia pura de lo producido por un grande. Pero es historia. Hoy la realidad es otra. Dolorosamente distinta, quizá, pero inexorablemente real como para que nos detengamos solamente a vivir de recuerdo en el tiempo. Porque ayer la realidad de los años y las lesiones le asestaron el nocaut más tremendo de su carrera. El puertorriqueño Miguel Ángel Cotto, en el mítico Madison Square Garden de Nueva York, dejó la magia de sus golpes ejecutados con el fino cincel de lo impensado y lo derrotó, por nocaut técnico en el décimo round, consagrándose como nuevo campeón mundial mediano del Concejo Mundial de boxeo.
Después de 14 meses de silencio boxístico, tras la desteñida victoria ante el inglés Martin Murray el 27 de abril de 2013, Maravilla Martinez no puedo rendir con éxito el examen reivindicatorio ante el puertorriqueño Cotto y cerró su carrera de la peor manera. El boricua produjo espectáculo. Y, fundamentalmente, definió el combate en el momento justo, minimizando la jerarquía de Martinez a la de un mero probador.
Es cierto que entre ambos púgiles redondearon un espectáculo más que agradable, intenso, sin pausas. Pero a la hora del análisis, lo del quilmeño Sergio Martinez estuvo muy lejos de lo que se esperaba y nunca pudo imponer su superior línea técnica debido a su maltrecha rodilla derecha y puso sacar ventajas desde la media distancia y dominar a voluntad y con paliza casi todos los rounds.
Parado casi de perfil, Martínez intentó utilizar su derecha en punta para abrir el camino del gancho zurdo, pero la izquierda de Cotto fue una verdadera pesadilla .Así el nuevo campeon controló se encaminó a un triunfo cómodo, ya que Maravilla pecó de una alarmante quietud. Sólo en el cuarto round el quilmeño consiguió soltar la izquierda e intentar algún cross aislado. Sin embargo, en ningún momento Cotto, quien ahora tiene un record de 39 victorias (32ko) y 4 derrotas , nunca dejó el timón del combate en manos de Martinez. Es cierto, se cebó algunas veces con el uno-dos vertiginoso y llegó a recibir algunas manos por su postura particular. Pero fue demoliendo a Martínez hasta apabullarlo y Pablo Sarmiento, técnico de Maravilla, no lo dejó salir a la décima vuelta por la derrota estaba consumada.
Este es el momento que Sergio Martínez debiera asimilar las frases con que el poeta Jean Cocteau aconsejaba el retiro de su amigo, el panameño Al Brown: “vencer a otras comparsas nada agregaría a tu gloria. Ensaya algo nuevo…” Con ese mismo acento casi neutro, Maravilla podría asimilar, también, la respuesta de Al Brown: “Le he dado todo al boxeo y el boxeo me lo dio a mi. Estamos a manos. Ahora soy un viejo boxeador que comienza a vivir como hombre joven”.
Contra 16 mil rivales
El combate tuvo toda la magia y la fantasía que sólo el Madison Square Garden puede ofrecerles a los consagrados que pelean ahí. En el mismo estadio en el que Ringo Bonavena se le plantó cara a cara a Muhammad Ali y Carlos Monzón, Víctor Galíndez y Carlos Baldomir cantaron victorias, Sergio Maravilla Martínez se le animó a Miguel Angel Cotto y a 16 mil puertorriqueños que coparon territorio como si el combate se hubiese realizado en la isla caribeña.
Tantas eran la ganas de tener una gran pelea, que Maravilla no puso reparos en combatir donde hoy se espera que casi dos millones de boricuas copen desde tempranas horas la afamada Quinta Avenida en el Bajo Manhattan. Es que hoy es el día de la independencia de Puerto Rico, y acá se festejará.
Lejos de causar las repercusiones que provocó su pelea con Julio César Chávez Junior en 2012, el aliento a Maravilla esta vez estuvo sostenido por sólo 3500 argentinos. La mayoría de los hinchas llegó directamente desde Sudamérica y completó los cupos de hoteles sencillos y económicos cercanos al estadio. No hubo “apoyo interno” de la colectividad argentina en Nueva York, lo que resultó un hecho decepcionante para los organizadores.