La hija de la lágrima mexicana

La hija de la lágrima mexicana La cantante dice que heredó el mismo carácter de su padre, Enrique Guzmán, y habla de los tiempos tristes de drogas, fiestas y mala praxis. La hija de la lágrima mexicana

No estoy acostumbrada a vivir tranquila”. Con esta frase, Alejandra Guzmán resume una vida de película en sus 46 años: nació en una casa de famosos artistas por ser hija del legendario cantante Enrique Guzmán y de la popular actriz Silvia Pinal Hidalgo. De muy chiquita ingresó en la escuela de ballet de México DF, continuó con estudios de pintura y después de actuación, sugerido por su madre y siguiendo el mismo camino que sus hermanas. A los 14, una de ellas falleció en un accidente de tránsito. El impacto fue tan fuerte que la convirtió en una adolescente rebelde e irreverente porque quería ser cantante y sus padres no la dejaban. Y se impuso.

Ya en pleno auge de su carrera musical, dos décadas atrás, padeció la persecución de la prensa del corazón, estuvo internada por su adicción a las drogas y el alcohol, fue madre de una hija que crió prácticamente sola, padeció cáncer de mama y casi muere por mala praxis al inyectarse polímero. “A los médicos les hice juicio y los metí en la cárcel”, subraya con firmeza Guzmán, quien se asume una persona con mucha suerte: “Hice la vida de rocanrolera, de que puedo con todo y después llorar con lágrimas de sangre cuando la fiesta te ganó, la fama, el dinero, el éxito, estás joven… He sobrevivido a aquellos años de inconciencia, rebeldía, espontaneidad, en que hacía lo que se me cantaba”.
—Te faltó estar presa…
—¡No! Por suerte nunca me ha tocado. Siento que todo lo que me sucedió fue por algo en particular, tiene un mensaje, ¿sabes?, porque modifiqué muchas cosas, el cómo vivo, el cómo me veo, y valoro y aprecio todo mucho más.
Guzmán da testimonio de una vida de resurrección en sus 25 años de carrera de cantante y compositora. “La Guzmán”, tal como la llaman, por garra, actitud y el glorioso apellido paterno, sigue adelante con su trayectoria musical: lanzó un nuevo CD+DVD, Primera fila, que estará presentando a fines de agosto en Argentina.
—¿Está domada la rebelde de hace 25 años?
—Trato de domarla, porque a veces me sale y la tengo que frenar. Si bien tengo la misma energía, hoy me enfoco más en los detalles del show. Ya no puedo bailar porque se me desgastaron las caderas y hace tres años dejé de hacerlo. Lo sufrí muchísimo.
—¿En qué te parecés a tu padre, Enrique Guzmán?
—Soy idéntica en muchas cosas: cuando canto tengo gestos similares, contestar con doble sentido, y por sobre todo el mismo carácter. Mi padre sigue cantando a los 73 años, tenemos una excelente relación, y en la última Navidad me dijo que estaba orgulloso de que me digan “la Guzmán”. Es una herencia su música y la manera de vivir.
—¿Te critica?
—¡No! Se le cae la baba, me va a ver y me dice que soy su ejemplo. Siempre fui su consentida. Cuando estuve internada en el hospital peleando por mi vida, me habló desde el auditorio mientras daba un concierto, me hizo escuchar el clamor del público y me entró vida en el alma. Me dio fuerzas para mantenerme con vida.
—¿El ambiente artístico de México te bancó cuando tuviste problemas con las drogas y depresiones?
—No muchos. Realmente te das cuenta de que no todos son tus amigos. Cuando no hay fiesta ya no vienen. Para seguir adelante tienes que sacrificar algunas cosas, y uno no puede mentirse así mismo. Fui muy honesta conmigo.
—¿Tenés amigos?
—No muchos. Tengo conocidos que quiero pero no hablo por teléfono a diario, soy muy del encuentro personal, y tengo muchas amistades que valen y me divierten y entretienen, como Mario Domm (cantante de Camila), Sasha (Sokol), y con Luis Miguel fuimos muy buenos amigos, aunque ya no lo veo mucho.

“Los hombres me hicieron sufrir”
“La Guzmán”, sentada en una oficina palermitana de Sony, sostiene que nació, vivió y actualmente vive en un matriarcado. Es madre de Frida Sofía, de 22 años, quien estudia Fashion Merchandising en Miami. “Está bonita, entera, haciendo lo que le gusta. Mi hija fue mi mejor éxito”, afirma orgullosa. Sin embargo, reconoce que “con tanto machismo molesta que sea una madrota. Esa enseñanza de ser independiente la recibí de mi madre”. La cantante tuvo dos relaciones amorosas por las que recibió el acoso de la prensa y que finalizaron de manera escandalosa. La primera se dio con el padre de su hija, el empresario Pablo Moctezuma, separados al poco tiempo, y la otra con Gerardo Gómez Borbolla, un famoso comerciante que terminó en la cárcel por estafa y robo de autos. “Los hombres me han hecho sufrir muchísimo, pero me han hecho escribir buenas canciones”.
—¿Fuiste plenamente desafortunada en el amor?
—Sí, por mi elección. Si hay una fiesta y hay un millón de hombres, agarro al peor. Tengo un ojo… Aún no me ha llegado el momento.
—Del narco Carrillo al Chapo Guzmán, ¿influyen a la hora de componer canciones?
—No. Los que se relacionan con los narcos son los gruperos (músicos que tocan para los carteles) y eso no tiene nada que ver con los artistas, y menos con mis canciones. Nunca he cantado a narcos.