Ya sin Ramón, el campeón ganó 4-2 en los penales, tras el 1-1 de los 90 minutos. Ledesma, en su adiós al club, marcó el último. Hubo apenas 20 mil personas en un estadio que pareció más gigante que nunca.
El prestigio es algo que no se consigue de un día para otro. Es lo contrario. Es un valor que se logra con un trabajo arduo pero que se pierde con una facilidad asombrosa. Sin embargo, a los hinchas de River y Boca poco les importa que el estadio Azteca aparezca más gigante de lo que es por los pocos hinchas que compraron su entrada para ver a los dos equipos más grandes de Argentina en México. A ellos solo les importa ganarle al rival de toda la vida. Y por penales el que festejó fue el reciente campeón, que festejó en cuatro de los cinco enfrentamientos en 2014.
Muchas cosas para criticar dejó este Superclásico internacional. Porque por compromisos comerciales los planteles de Boca y River, que ya deberían estar disfrutando en las vacaciones, tuvieron que viajar hasta México para cerrar el primer semestre que a uno lo tuvo como campeón y al otro como el subcampeón. Pero el partido había que jugarlo y a la hora de analizarlo se puede decir que fue un clásico bastante atractivo.
En un estadio que no tuvo más de 20 mil espectadores, donde hay 105 mil asientos disponibles, hubo poco clima. En lo futbolístico los primeros minutos mostraron mejor a River, que al igual que en el torneo Final que ganó hace dos semanas, giró alrededor del Lobo Ledesma. El volante central se despidió de la camiseta millonaria con un partido fiel a sus últimos meses. Con un Lanzini picante, que aprovechó los espacios que dejaba el mediocampo xeneize, lastimó a Boca, pero no tuvo la tranquilidad necesaria para traducir el dominio en situaciones de gol.
Los de Carlos Bianchi avisaron con una buena jugada de Cubas, quien se sacó de encima a Funes Mori pero definió al cuerpo del siempre seguro Barovero. Los dos equipos se prestaban la pelota y abundaba la imprecisión. Hasta que Lanzini se puso el traje de pasador y con un estiletazo dejó mano a mano a un Keko Villalva, que definió apuntando al pie de apoyo de Tripodi para pegar el primer grito en el Azteca.
Y como en todo Superclásico la polémica no faltó. El árbitro mexicano Jorge Pérez Durand cobró un penal inexistente a Vangioni y después de una gresca entre el zurdo millonario y el Cata Díaz, se arrepintió.
Boca salió mejor en el complemento. Y Riaño fue su hombre más peligroso. Por eso, tras dos chances en las que estuvo a punto de vencer a Barovero, aprovechó un centro desde la izquierda de Insúa para poner el 1-1 que le correspondía al trámite del partido.Después llegaron los cambios y los penales. Ahí volvió a festejar River. Una costumbre en este 2014.
México, una parada de despedidas en los dos equipos
Con el torneo recién terminado, los que empiezan a jugar en este receso son los dirigentes. Y tanto los de River como los de Boca tienen mucho trabajo por delante. Los primeros tendrán que rearmar un plantel campeón que se quedó sin entrenador y que está a días de sumar a Marcelo Gallardo como su reemplazante. Mientras que los segundos tendrán que pensar bien a la hora de los refuerzos luego de una nueva temporada sin alegrías.
“River necesita generar venta de jugadores por unos 100 millones de pesos”. Las palabras del tesorero, Andrés Ballota, dejan en claro que para comprar primero habrá que vender. Anoche, en el mítico Estadio Azteca, Carlos Carbonero y Cristian Ledesma jugaron su último partido con la camiseta de River, por diferentes motivos: es muy difícil que el club abone los 3,6 millones de dólares del pase del colombiano, y el Lobo anunció que se irá del club. Por Teófilo Gutiérrez y Eder Alvarez Balanta esperarán hasta después del Mundial para escuchar ofertas. Los que no seguirían son Leandro Chichizola, Jonathan Fabbro y Juan Carlos Menseguez, y los que regresan son Trezeguet, Mora, Carlos Sánchez, Cirigliano, Marinelli, Bottinelli, Abecasis y Affranchino.
En Boca el panorama es similar. En México, los dos que se despidieron de la camiseta azul y oro fueron Diego Rivero y Claudio Riaño, a quienes se les vence el contrato el 30 de junio y no se les renovará el vínculo. De todos los que deben volver, Carlos Bianchi sólo tendría en cuenta a Lucas Viatri, Sebastián Palacios y Leandro Magallán, sin que esto signifique que vayan a permanecer en Boca.