La pareja joven de Camino al amor habla del cambio en sus vidas al ser padres. El actor confiesa que hizo un casting para Damián Szifrón, y la actriz, quien nunca estudió teatro, dice que ve toda la TV con su beba.
Esta semana Telefe reforzó su prime time con Camino al amor, la nueva ficción producida por Quique Estevanez, que comparte media hora con los momentos finales del éxito Avenida Brasil, y de esta manera continúa con la estrategia de seguir liderando de forma invicta la audiencia general en lo que va de 2014. En el primer capítulo promedió 21,3 puntos de rating, segundo detrás de la ficción brasileña, y el dato es que su debut envió a ShowMatch al tercer puesto de los programas más vistos del día, repitiendo el mismo resultado el martes, en que hizo 20,7 mientras que Marcelo Tinelli completó el podio con 19,5.
La segunda pareja protagonista del culebrón, María Eugenia “China” Suárez y Mariano Martínez, se desentienden del rating, aunque saben que es importante en estos tiempos televisivos de bajo encendido. Y se los nota relajados en el bar de Estudios Pampa en Martínez, en un break de las grabaciones. “Desde que empezamos a grabar en marzo nos divertimos muchísimo, y eso hace que sea muy llevadero el día a día. La estamos pasando muy bien, y es un clima laboral en el que no siempre me ha tocado trabajar”, responde la China mientras degusta un chocolate para combatir el frío.
—¿Con qué televisión se encontraron?
MARTINEZ: Está bueno en el momento que cae esta ficción ya que el género culebrón está siendo bien recibido por la gente, claro ejemplo es Avenida Brasil; los culebrones funcionan muy bien, y la gente quiere ver algo así, es tendencia, y además quieren ver buenas historias, pensadas. En su momento el auge era lo costumbrista, más allá de la historia. Ahora sigue gustando. El culebrón se recicló y seguro que seguirán reciclándose otros formatos.
SUAREZ: Miro mucha televisión, al contrario de otros actores que dicen que no miran. Mi plan más divertido es estar con mi hija en mi casa, poner un canal en la tele y mirarme toda la programación. Me gusta, me divierto, tenemos la posibilidad de elegir, miro ficciones, programas de chimentos, de todo. Tenemos mucha variedad.
—China, ¿es tu primer culebrón, no?
S: Sí. Me copa mucho, me divierte, con Mariano tenemos muy buena relación, nos conocemos desde hace mucho tiempo, además… ¡mirá lo que es! ¡Es un bombón! Mis amigas están todas locas porque me lo chapo (risas). Está cada vez mejor.
—¡Seguís siendo un galán! ¿Cuánto pasó de tu boom con “Son amores”?
M: Doce años. Seguir trabajando y haciendo de galán me pone muy contento, me da mucho orgullo. Es diferente, tengo más experiencia, más años, aunque cuando estrené un programa siempre tuve la misma ansiedad y los mismos nervios. Me calmo de otra manera, trato de serenarme. Hoy disfruto más el trabajo que aquella época de locura, estaba en otra vorágine, con otras cosas en la cabeza.
—Están “Avenida Brasil” e “Insensato corazón” en Telefe, El Trece estrenó “Fina Stampa”, otra novela brasileña, y Canal 9 pone varias latas extranjeras en su programación. ¿Qué opinan ustedes cuando algunos colegas suyos que no tienen trabajo o poco trabajo piden que haya más productos nacionales?
S: Nunca lo pensé. No tengo una opinión formada.
M: Es un momento, una moda. Justo Avenida Brasil abrió la puerta, y no sólo funciona acá, sino en todo el mundo. Está bien escrita, actuada, producida, se gastó un montón de plata, y Brasil en sí, por sobre todo por el Mundial, está de moda. Somos buenos haciendo ficción, opino igual que Suar en ese sentido.
—Damián Szifrón dijo que la televisión argentina está blindada a estímulos como “Breaking Bad” o “Mad Men”. ¿Concuerdan con Szifrón?
M: Me considero un fan de Szifrón. Es un ídolo, de verdad. Es un genio, lo admiro muchísimo y es un orgullo que sea argentino. Lo que pasa que deben ser muy costosas las producciones que hace él o las que hacen afuera para tenerlas acá. Es una realidad.
S: Quizás en vez de embarcarse en algo así tan costoso, de muchos millones, es mejor ni hacerlas porque quizás se quedan a mitad de camino.
M: Habría que buscarle la vuelta de hacerlo. Un tipo como Szifrón no puede no estar en la televisión.
—¿Trabajaste con él?
M: No. Es más, llamé para que me tomen un casting para esta película (Relatos salvajes). Hablamos mucho pero finalmente no se dio. Me encantaría trabajar con él.
Martínez fue padre de Olivia en 2009 cuando vivía sus 30 años; y el año pasado llegó el varón, Milo, ambos hijos que concibió con la modelo cordobesa Juliana Giambroni. Por su parte, con 21 años, la China fue madre de Rufina, exactamente hace diez meses, producto de su relación con Nicolás Cabré, de quien se separó al poco tiempo de haber sido madre.
—Ninguno de los dos son millonarios, y sus prioridades cambiaron. ¿Les da miedo el futuro laboral?
S: Nunca lo pensé. Sé que hoy tengo trabajo, sé que soy una bendecida al trabajar de lo que me gusta. Trato de no pensar esas cosas, estoy feliz, me va bien y estoy contenta por lo que me toca vivir.
M: Lo que dice Euge no quiere decir que no sea responsable, sino que es una manera de vivir más relajada, porque el que vive del mañana no disfruta del presente. A mí me cuesta más, pienso más en el futuro por mis hijos, siempre estoy tratando de cubrirme. Igualmente trato de disfrutar.
—¿Al ser padres han revalorizado el vínculo con sus propios padres?
S: Hace poco leí la siguiente frase: “Cría a tus hijos y sabrás cuánto les debes a tus padres”. Y es tal cual. Entendés todo. Me pasa que repito muchas frases de mi mamá cuando estoy con mi hija. Un día Rufina tuvo fiebre, tenía tres meses, estaba tan mal pobrecita, y decía: “ojalá que me pase a mí”, y eso era algo que siempre me repetía mi mamá cuando yo estaba enferma. Siempre tuve muy buena relación con mamá, de mejores amigas, y mi papá está muerto. Hoy a mi mamá la veo el triple de lo que la veía antes, me ayuda con la beba, es su primera nieta, y es todo muy intenso.
M: Se siente mucho más lo difícil que es ser papás. Muchas veces me puse a pensar en la circunstancia que mis viejos me criaron junto a mis hermanos. Mis viejos me tuvieron a los 16 años, entonces entiendo lo que es ser padres jóvenes. Es otra relación. En ellos encontré como un hermano o amigo, y siempre estuvieron presentes. En su momento no entendés cosas que hicieron pero de grande decís: “Y yo a esa edad hubiera hecho lo mismo o peor las cosas”.
—¿Cómo es su vínculo con el amor y el dolor? ¿Utilizan la memoria emotiva para las escenas?
S: No tengo un método. Nunca en mi vida estudié teatro. Lo voy haciendo, si fluye la relación con tu compañero, es muchísimo más fácil. Salen cosas más lindas. No uso la memoria emotiva. Sí cuando era chiquita. Hoy me sale muy fácil llorar.
M: No apelo a la memoria emotiva. Trato que sea verdadero, entender qué está contando el personaje y hacerlo lo más real posible. Pero no pienso en cosas tristes que me pasaron o felices para hacer una escena.