«No los dejaré huérfanos..» (Jn 14, 1521) Las palabras que Jesús dirige a sus Apóstoles en la última cena, buscan prepararlos para el gran acontecimiento de su Pasión, Muerte y Resurrección, y sobre todo tienden a crear en ellos la apertura y disponibilidad a la acción de transformación interior que necesitaban para trasmitir la Buena Noticia de la Salvación, anunciando a Jesús. Por eso les dice que no los dejará huérfanos, (iba a morir al día siguiente), ya que El resucitaría para seguir con ellos, y además les enviará un Consolador (amigo íntimo) que «estará siempre con ustedes». A este Espíritu Santo «el mundo no lo puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce». ( por «mundo»Jesús entiende el conjunto de los que viven a su modo, y no están abiertos al proyecto de Dios). Pues bien, este «mundo» ni ve ni conoce al Espíritu de la Verdad, porque ésta le incomoda haciéndole ver la futilidad e insensatez de sus proyectos vacíos. La «buena voluntad» significa eso: estar abierto a la verdad, y empeñarse por aplicarla.
Y cuál es el modo de aplicarla en nuestra vida? Obrando el bien, y sobre todo haciéndolo por amor, (no por mera obligación, ni mucho menos para «quedar bien…») En otras palabras, nos mantenemos en la Verdad, si ponemos en práctica los mandamientos de Jesús, que se reducen a uno: amarnos mutuamente. Esa es la mantera de demostrar nuestro amor a Jesús, a Dios: con obras de amor fraterno. No con simples palabras, ni meros sentimientos. Esto lo afirma Jesús al inicio del Evangelio de hoy, y vuelve a repetirlo al final. Cuánto le falta a «nuestro mundo» para tener esta buena voluntad. Huimos de la Verdad, cuando huimos del auténtico amor. El anuncio del envío del Espíritu Santo aparecerá ahora en los evangelios de las celebraciones Eucarísticas, hasta Pentecostés. Preparémonos para recibir al Espíritu Santo en Pentecostés, practicando las obras del Amor y de la Verdad, y tendremos la certeza de que Jesús nos ama y se nos «manifestará», se nos dará a conocer. Qué hermoso y consolador es tener un Dios que nos ama, un Dios que quiere intimar con nosotros. «El Señor esté con Ustedes» Parroquia Santa Teresita.