Dos ex carmelitas descalzas del convento de Nogoyá declararon ayer por espacio de casi seis horas ante el fiscal Federico Uriburu y ratificaron lo denunciado por la revista Analisis Digital, en torno a los excesos y los tormentos físicos y psíquicos a los que eran sometidas. Las testimoniales se concretaron en sede de la Procuración General del Superior Tribunal de Justicia y fueron supervisadas además por la procuradora adjunta, Cecilia Goyeneche. Todo indicaría que el fiscal seguiría avanzando en caratular la causa por privación ilegítima de la libertad, como así también la aplicación de tormentos y la reducción a la servidumbre.
Durante casi seis horas declararon ayer dos ex carmelistas descalzas y ello le sirvió al fiscal Federico Uriburu para confirmar lo denunciado. Una de las ex religiosas es de Paraná Campaña y estuvo más de diez años en el convento; la otra ex hermana es de la costa del Uruguay y transitó por casi 25 años el lugar religioso de Nogoyá.
Las testimoniales comenzaron cerca de las 19 y finalizaron a las 0.30 aproximadamente. Ambas brindaron un pormenorizado detalle de cómo era la vida en el convento y contaron el martirio que tuvieron que soportar, en particular de la máxima autoridad del lugar. A su vez, reconocieron los cilicios y flagelos (látigos con varias puntas) secuestrados en el allanamiento realizado en la mañana del jueves, cuando le fueron exhibidas por el fiscal Uriburu.
“Las cosas que allí pasaban eran propias de una película de terror, pero nadie habla. Nos lavaban el cerebro; las torturas mentales y físicas eran moneda corriente”, indicó una de ellas, tras finalizar su extensa exposición ante el fiscal y la procuradora adjunta, Cecilia Goyeneche. “Traté de aguantar, pero llegó un momento que fue insostenible. Había una mortificación corporal permanente. Ellas nunca te pegan, pero te exigen que te hagas daño corporal, en nombre de Dios y que sufras como sufrió Jesús”, acotó.
Las ex carmelitas cuestionaron a la madre superiora del convento, la hermana María de los Angeles -que fuera quien se negó a abrirles la puerta a la comitiva judicial y policial, al momento del allanamiento, por lo cual hubo que violentar el acceso- y le apuntaron a su trato autoritario y manipulador. La mencionada religiosa era quien les exigía siempre que usaran el cilicio, que es una especie de cinturón de cerdas o púas, que se lleva en el muslo generalmente y es sinónimo de penitencia o mortificación. Debían hacerlo por lo menos una vez por semana.
“Usar el cilicio duele mucho y a mi me dejó marcas que tuve por más de un año en el cuerpo. Ellas nos decían: usen el cilicio que les ayudará para la disciplina y no hace daño. No produce sangre ni heridas; tampoco es traumático”, señaló una de las ex monjas. También contaron que tenían que cumplimentar con el uso del flagelo tres veces por semana y durante quince minutos.
Tanto una como otra declararon por espacio de casi tres horas cada una. La última en comparecer terminó su testimonial cerca de las 0.30 de la madrugada de hoy. Según se supo, el fiscal Uriburu se retiró “muy conforme” con las testimoniales, porque le ayudaron “a entender en profundidad” los castigos que se aplicaban en el convento, como así también las peripecias que debieron sufrir las ex monjas para lograr la salida del lugar, habida cuenta de la permanente oposición de parte de la madre superior, negándole por años el planteo que le hacían para abandonar la congregación. Todo indicaría que el fiscal seguiría avanzando en caratular la causa por privación ilegítima de la libertad, como así también la aplicación de tormentos y la reducción a la servidumbre.
(Fuente: AnalisisDigital)