Los hinchas de Estudiantes hacen de todo para que su rival no salga campeón tras 127 años.
No es sencillo por estos días vivir en La Plata y ser fanático del Pincha. Lo que podría venir resulta intolerable: diagonales repletas de triperos que festejan de la manera que se festeja una primera vez; la convivencia con rivales que, ahora sí, no van a tener contemplaciones, y la certeza de que por algún tiempo tantos logros propios no van a servir ni como argumento. Definitivamente, si Gimnasia llegara a salir campeón por primera vez en 127 años, la ciudad se volvería inhabitable, un lugar incómodo, ajeno. Por eso, dicen, hay que hacer algo. No es momento para tibios, nada de resignarse como un arquero ante un tiro libre de Verón. Hay que hacer algo. Lo paradójico de este microclima platense es que Estudiantes ayer quedó puntero y es uno de los candidatos. Pero no importa: el fantasma de Gimnasia campeón desvela a media La Plata.
Los hinchas de Estudiantes más fundamentalistas ya armaron acciones. Algunos organizaron un exilio temporal, una breve huida del infierno. Como Leonardo, que aunque esta fecha Gimnasia no tenga la posibilidad de festejar, por las dudas ya había organizado pasar el fin de semana en Chascomús. Después del triunfo del Pincha ante San Lorenzo subió a su auto a un par de amigos y se fueron a la laguna. Y tiene previsto que, si fuera necesario, repetirá la experiencia el fin de semana que viene. El plan es estar bien lejos de cualquier festejo que los perturbe. Otros prefieren hacer unos kilómetros más y ponen como destino Mar del Plata u otra ciudad de la costa. En todos los casos, la vía de escape es la Ruta 2.
Además de fugas voluntarias, hay hinchas que prefieren un rol más activo: hacer algo para tratar de evitar la tragedia, aunque la maniobra incluya recurrir a las artes oscuras.
Fernando Rodríguez, profesor de tenis y creador del blog Laboratorio Pincharrata, tiene más de cincuenta años de obsesión Pincha y confía en su receta: meter un papel que diga “Gimnasia” en el congelador. Lo hizo la fecha pasada cuando el Lobo empató con Lanús, y lo va a repetir esta tarde, cuando visite a Quilmes. Rodríguez, de todos modos, contempla la posibilidad de que la brujería falle. Ante lo inevitable, recurre a un argumento: “Sería un triunfo del modelo Estudiantes. Troglio siempre se asumió como bilardista, así como Griguol era discípulo de Zubeldía”.
Otro recurso es el de la sal, que no sala pero mufa de lo lindo. Que lo digan, si no, los hinchas de Estudiantes que vaciaron potes y potes y potes de Dos Anclas en la cancha de Gimnasia para engualichar partidos trascendentes. Y funcionó, parece. El primer aporte a la superstición condimentada con cloruro de sodio fue en 2005, cuando el Lobo lideraba el Apertura y a dos fechas del final recibió a Newell’s en el Bosque. La noche previa, un grupo de fanáticos del Pincha tiró sal en la cancha. El partido terminó cero a cero y Gimnasia resignó puntos esenciales para pelear el título, que al final ganó Boca. El entrenador era Pedro Troglio. La fecha pasada, cuando el Lobo fue anfitrión de Lanús, volvieron a echar sal, en la sede y en el estadio: también empataron sin goles. Mismo técnico, misma hechicería y mismo resultado.
Y hoy, por supuesto, es día de cábalas. O de “costumbres”, como definió alguna vez Carlos Salvador Bilardo y los hinchas toman como verdad revelada. Seguramente no quedará un solo hincha de Estudiantes que hoy no mire el partido de Gimnasia en las mismas condiciones que el domingo pasado, cuando el Lobo resignó dos puntos. Lugar, ubicación y ropa, nada va a quedar librado al azar.
Esto de interferir en las ambiciones de Gimnasia no es nuevo. En el Clausura ‘96 ocurrió un episodio inédito. El Lobo llegó a la última fecha en segundo lugar, a un punto de Vélez. Para que el milagro ocurriese, los de Liniers debían perder puntos con Independiente, y Gimnasia ganarle nada menos que a Estudiantes. Con la certeza de que un triunfo de Vélez terminaría con las ilusiones del Lobo, en la entrada visitante de la cancha del Bosque un grupo de hinchas de Estudiantes había repartido papelitos con instrucciones precisas: a los veinte minutos todos debían gritar gol.
La puesta en escena funcionó como si se hubiese ensayado. El alarido de los Pinchas cayó sobre el campo de juego como un misil: era evidente que Vélez había convertido un gol. Misión cumplida: los hinchas del Pincha lograron que los jugadores de Gimnasia, por lo menos, dudaran.
Dentro de una semana se sabrá si las cábalas funcionaron, si las brujerías fueron efectivas, si habrá caravana de hinchas por la Ruta 2 y si se desmiente o se convierte en un mito ese rumor que circula en La Plata: que Ofelia, la mamá de Cristina, le pidió a la Presidenta que por favor, que esta vez sí Gimnasia saliera campeón.
(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil.