Tal vez sea el último partido de Riquelme en la Bombonera. Por eso, el diez levanta la apuesta: hoy regalará cincuenta camisetas.
Del jugador esmirriado, queda el recuerdo. “Riquelme, Riquelme”, le gritaron aquel primer día, en la Bombonera, al flaquito que llevaba la camiseta número 8. Su evolución social fue al revés de la mayoría. De chico, se lo conoció por el apellido. De grande, ya sólo fue Román. Cuando se puso la diez, se adueñó del número y de su significado. El estratega talló a Boca a su imagen. Y también manejó los márgenes del mapa de la Bombonera; Riquelme es el jugador del pueblo; el que no quiere el presidente, Daniel Angelici. “Si fuera por él, no siguen ni Román ni Bianchi”, le dice en off a PERFIL alguien cercano a la dirigencia. El plan es desgastarlo para evitar el pesado costo político de negarle la renovación. Que Riquelme sea el que diga que no.
“En casa nos enseñaron siempre a vivir con la verdad”, tuiteó el viernes Cristian, hermano de Román. Del entorno del propio futbolista sospechan de la maniobra. Creen que lo van a acorralar para que se vaya del club. “Pondremos condiciones”, reconoció César Martucci, el dirigente que, junto con Angelici, más injerencia tiene en los asuntos del fútbol de Boca.
Después de las encuestas que le dan crédito, el banderazo en su apoyo, los goles de los últimos partidos, Riquelme, como siempre, tiene la pelota. Hoy puede ser su última vez en la Bombonera con la diez de Boca. Por las dudas, ya pensó una estrategia: repartir cincuenta camisetas con su nombre.
Enemigos íntimos. Dicen que Mauricio Macri le advirtió alguna vez a su delfín que no juntara a Bianchi y a Riquelme en Boca. Los dos encarnan la historia y el talento que les da inmunidad para sobrevivir a las críticas. Y si fallan, en definitiva, pueden convertirse en el agujero de ozono de un presidente con un cielo sin estrellas: Angelici no atesora ningún título importante en su gestión. En un ataque de honestidad brutal, había dicho en 2011, cuando todavía no era presidente de Boca, que “Riquelme es un líder negativo”. Lo pensaba, lo piensa y ahora busca cómo deshacer el nudo de la soga.
La Bombonera hoy volverá a hablar en el choque ante Lanús. Gritará “Riquelme, Riquelme”, una vez más. Como la semana pasada, como la anterior, como en el banderazo. Como cuando eligió bendecir al esmirriadito que se convirtió en su propio dios.