Pudo haberse quedado en casa y disfrutar de su título. Sin embargo, prefirió exponerse ante el mejor.
Está convencido de que su vida es una historia de varios capítulos. Marcos René Maidana es un grande del boxeo nacional por derecho propio. Triunfó en el boxeo mundial y alcanzó el techo de los campeones mundiales con la solvencia de épicos triunfos. Pero anoche, al cierre de esta edición, en el MGM Grand de Las Vegas, ante Floyd Mayweather, tenía la posibilidad de escribir otra página gloriosa en su vida deportiva y convertirse en el boxeador más grande del pugilismo nacional.
¿Cuánto valía una derrota? ¿Cuál era el precio que se podía pagar por una victoria? Quizá detrás de cada respuesta haya una verdad. Pero seguramente ellas estén condicionadas a lo que un individuo lleve adentro cuando llega la hora de valorar la importancia de una derrota o significación de una victoria. Y siempre, en el boxeo especialmente, será el hombre antes que el boxeador quien imponga límites, el precio a pagar, por cada una de las alternativas. Y Marcos Maidana era más consciente que nadie de la calidad boxística del Money Mayweather, quien marchaba invicto en 45 presentaciones.
El Chino sabe muy bien que el boxeo no es para pechos fríos. Este santafesino de 30 años, campeón mundial welter AMB y que llegaba con un récord de 35 victorias (31 KO) y tres derrotas, está alimentado no sólo por aptitudes físicas y condicionamiento técnico, sino que posee algo que no se compra ni se aprende y que alguien llamó fuego sagrado.
Para Maidana, perder o ganar es simplemente una alternativa. Importante, vital, perfectamente sujeta a las aptitudes que puede mostrar ante el mejor boxeador libra por libra de los últimos diez años.
Y es consciente de que tanto la victoria o la derrota caminan paralelas con mil circunstancias o imponderables que escapan al frío análisis del crítico severo, de la lógica que hace a lo estrictamente técnico o potencial.
Marcos René Maidana sabía muy bien todo lo que había detrás de la victoria y detrás de la derrota ante Floyd Mayweather. Se jugaba una carta brava y por una bolsa de 1,5 millones de dólares, el simple paso a leyenda y sus consecuencias de inmortalidad. Muchos en su lugar no hubiesen aceptado resignar sus mieles de campeón sabiendo que era casi imposible una victoria ante el mejor boxeador libra por libra del planeta. Pero Maidana no reparó en esos vedetismos. Porque en el reparto del juego llevaba las de perder. Aceptó ir a Las Vegas, donde Floyd es amo y señor, y sentarse a la mesa de quien necesitaba agigantar su grandeza con un combate épico, que sólo el argentino podía brindarle. La parada era grande…
Boxeando mal o bien, el Chino Maidana intentaba demostrar una vez más, que en el ring siempre está dispuesto a poner todo, que es un verdadero guapo del ring. Porque la historia de su vida se escribe a trompadas limpias