El ganador del Oscar dice que el galardón que recibió no modificará su forma de ser. Jura que lo que más lo emociona es tocar frente al público, como lo hará en el Luna Park en octubre.
Si no conocían a Jared Leto (Estados Unidos, 1971) definitivamente éste es el año para saldar la deuda. Ganó este año el Oscar a Mejor Actor de Reparto y volvió al ruedo con su banda Thirty Seconds to Mars (de hecho, presentan Love Lust Faith + Dreams en octubre en el Luna Park). Leto ríe, y es afable: “Lo más precioso de los Oscar fue ver a mi mamá bailando con Madonna. Pero no creo mucho en los premios.”
—Hiciste un documental, “Artifact”, que mostraba un instante crucial de tu banda: cuando EMI les hizo juicio por 30 millones de dólares. ¿Cómo estás con la industria hoy?
—Artifact es la perfecta introducción para quienes no nos conocen. Fue raro, muy raro, y muy revelador. Empecé por inquietud, por hacer un documental detrás de escena del registro de un disco. Y de repente, pasa esto: EMI dice que no estamos cumpliendo el contrato y nos demandan. No nos pagaron nada por nuestro éxito anterior, o casi nada, y encima de repente nos iban a quitar todo nuestro dinero. Ahí tuvimos que educarnos, tuvimos que entender la bestia que es la industria. Nos dimos cuenta del abuso que hay, las ganancias que se llevan. Es espeluznante y al mismo tiempo son las reglas del juego. Pero no tienen por qué ser reglas talladas en piedra.
—Hablemos un instante de cine: ¿qué pensás que cambió en cómo te percibe la gente desde el Oscar?
—No mucho. Digo, tuve la obvia prensa posterior. Por suerte, al ganar el Oscar ya tenía bastante definido quién soy: amo crear personajes y amo hacer música. Nada de eso va a cambiar. Es una suerte que pueda vivir en ambos mundos. Y que cada opción en ellos tiene que ver con algo que creo poderoso.
—¿Soñabas con ganar el Oscar?
—No, no, no. Fui criado por hippies, en carpas comunes, oliendo cosas raras. ¿De verdad creés que con ese pasado lo que soñaba era con el Oscar?
—Como poca gente, podés hablar de las ventajas y desventajas de dos industrias billonarias como la música y el cine. ¿Nunca pensaste que esa disyuntiva podía contaminarte?
—OK, puede que lo haya pensado. Pero mi éxito es, por suerte, algo que se dio solo y no que busqué. Mi música fue algo que cuidé. Y mi carrera en Hollywood es bastante selectiva. Yo aprendí por estar en las trincheras. Aprendí que puedo vivir sin eso, que puedo autoabastecerme. No hay que pedir permiso para crear. Claro, compartir lo creado hace que te sometas a un juego de reglas determinado. Pero las reglas son para el éxito, no para lo que creás.
—¿Qué te hace seguir en la industria?
—El dinero. No, mentira. Si hay algo que comprobé que se va como viene es el dinero. Pero cuando tu música suena en vivo, cuando entendés que treinta mil personas compraron un ticket para verte, ahí te mata el cerebro. Mal. La gente va al cine siempre, incluso con otras películas. Pero que vayan a verte tocar muestra la potencia del choque.