El chauvinismo futbolero impide que se adviertan algunas realidades que sufre el DT a la hora de armar la lista.
Edgardo Martolio
Alejandro Sabella llevará a Brasil 23 jugadores: seguramente tres arqueros, ocho defensores, cinco delanteros y siete mediocampistas. De estos últimos, dos son titulares e inamovibles: Javier Mascherano y Ángel Di Maria. Además, son dos de las cinco estrellas del equipo (Messi, Agüero e Higuaín son las otras tres joyas).
Uno de ellos ‘supone’ la garantía defensiva en la mitad de cancha, el hoy zaguero del Barcelona, Mascherano. Con él se podía dormir sin frazada, como dice la tribuna, hasta un semestre atrás. Era una elección sensata, la haría cualquier otro entrenador y su presencia, aún hoy, genera envidia en casi todos los demás países. Mascherano siempre sumó eficiencia, personalidad y experiencia. Pero no está bien, pasa por uno de sus peores momentos. Igual, conociendo su personalidad habrá que confiar y pensar que cuando vista la camiseta blanquiceleste se transformará en el de siempre.
Mascherano es un caso especial. Tiene crédito. Además, ponderemos que en el Barcelona juega de defensor central, de último hombre, posición que exige un biotipo que no posee y, si pudo hacerlo hasta hoy, y bastante bien, es porque comparte zaga con un crack como el marido de Shakira. Gerard Piqué es un complemento y garantía que la Argentina no tiene en sus filas.
Con Mascherano y Di María la Argentina tiene el 66% de su mediocampo resuelto
El otro mediocampista titular inamovible es Di María, el fogonero del equipo, el que arma, el que lleva la pelota al ataque, construye, junta a todos y, además, recupera en el medio, por derecha y por izquierda. Un crack como pocos que muestra, semanalmente en el Real Madrid, el mismo fútbol de alto nivel que luce en la Selección. Otra envidia nacional porque, además, insisto, tiene gol, cada vez tiene más gol. Ningún entrenador lo dejaría afuera. Posiblemente, en este momento, después de Messi, Di María es el jugador más titular entre todos los titulares del conjunto nacional.
Con Mascherano y Di María la Argentina tiene el 66% de su mediocampo resuelto, caso Sabella opte por un lógico y tradicional 4-3-3 para aprovechar toda la capacidad ofensiva de la cual dispone con Messi, Higuain y Agüero. El esquema de tres medios y tres atacantes la Argentina seguramente lo utilizará en la primera fase, frente a rivales de envergadura menor, Bosnia, Irán y Nigeria, donde el equipo deberá además de buscar resultados, buscar acople entre líneas, ritmo de alta competencia, entendimiento vertical y, principalmente, confianza en sí mismo para, a partir de Octavos de Final, enfrentar a los verdaderos rivales, los que tienen aspiraciones (y planteles) similares o superiores al argentino.
En esa segunda etapa ya eliminatoria, donde quien pierde se vuelve a casa, no necesariamente Alejandro Sabella mantendrá ese esquema (aunque debiese); quizá ensaye un 4-4-2 para exponerse menos en el fondo, donde están las grietas más importantes. Entonces con Mascherano y Di María sólo tendrá el 50% de su mediocampo resuelto. Lo que intentaría ser solución puede ahondar el problema, especialmente si Mascherano no se reencuentra con el que ya fue.
En cualquiera de los dos casos, de uso de ambos esquemas, el técnico argentino precisa contar con un tercer nombre ‘más o menos’ fijo, jugador que hoy no parece estar al alcance de su mano, no está entre los convocados obvios. Sabella no tiene al jugador de ‘la primera pelota’, la salida, que transita el campo donde comienza a armarse el juego. Por lo menos ese nombre no es ‘cantado’, no surge espontáneamente, no tiene unanimidad como los anteriores.
Quien más se aproxima(ba) a ese ‘tercer hombre’ es Fernando Gago, principalmente porque fue uno de los más utilizados por Sabella. Jugó 14 veces en su ciclo. El primer problema con Gago es que aún puede estar lesionado, por el problema en su rodilla y por su manifiesta fragilidad, motivo que lo devolvió de Europa, lo frustró en Vélez y comenzó a tornarlo ‘secundario’ en un Boca que precisamente no se luce por su buen juego.
Este Gago versión 2014 no es aquel volante del 2006/07 que deleitaba a propios y extraños y nos hacía pensar en un nuevo Redondo. Aquel de toque fino y recuperación talentosa no tiene nada que ver con el actual: lento, improductivo y quejoso. Gago fue una aparición de esas que suceden una por década para cada posición. Bien, ese jugador se apagó de a poco después de su desembarque en el Real Madrid y nunca más fue el mismo. Insólitamente no acepta ser marcado, rehúsa el contacto físico. Vive en el suelo sin percibir que, por falta de dinámica propia, es él quien se expone a los golpes. Además, lo dicho: las lesiones son tan reiteradas que preocupan.
Hoy por hoy Gago no es un jugador confiable, para contar con él siete partidos que es lo que la Selección precisa jugar si quiere ser campeona del mundo. En este mismo momento, si hubiese que ‘cerrar la lista’ y de no existir compromisos con el pasado, como puede haber entre el técnico y el volante, no debería viajar a Brasil. ¿Sabella lo va a llevar…?
El nombre más indicado para substituir a Gago, claramente, es Ever Banega (13 presencias y el decimotercero más usado por Sabella). No hay otro crack con características más semejantes a las de Gago que el también boquense de origen y hoy jugador de Newell’s Old Boys. Pero Banega es Gago también en la duda. No por acaso regresó de Europa buscándose él mismo un club donde actuar. Banega no desentona en Newell’s, obvio, pero tampoco se pone el equipo al hombro como podían imaginar los rojinegros antes de que se calzara su camiseta. Tuvo algunos partidos de buen nivel, promisorios, como el de su debut oficial ante el propio Boca y contra Racing.
Ya en exigencias mayores, como los partidos de la Copa Libertadores, Banega fue uno más y, normalmente, terminó reemplazado por el entonces opaco técnico Alfredo Berti. Más allá de que (creo) Berti lo mal-usó, él no revolucionó al equipo como lo hizo, por ejemplo, Ignacio Scocco, desde otro lugar, en la era Tata Martino. Hasta el envejecido Bernardi, en su retorno, fue más significativo en el mediocampo rosarino que el joven Banega.
Entre Gago y Banega, con suerte y sumándolos –si estuviesen enteros–, haciendo uno entre los dos, esto es alternándolos, dependiendo del rival, con alguna motivación especial, se compone ese necesario tercer jugador que acompañe a Mascherano y Di María en la zona de gestación. Ambos, potencialmente, son muy interesantes porque conocen el arte de cortar juego y tienen buena salida gracias a su quite relativamente limpio, su excelente control de pelota y precisión de pase.
¿Pero, Gago y Banega, aún son esos ‘iluminados’ o simplemente ‘lo fueron’? ¿Continuarán siéndolo o habrán caído en la inercia como tantos otros cracks devenidos a menos tras pasar por la trituradora europea? La Selección no puede darse el lujo de que ese tercer volante también sea de características ofensivas. No, porque la línea de cuatro del fondo precisa ser (muy) socorrida desde el medio, eso está más que claro, es necesario (según se analizó en la columna ‘La peor defensa de la historia’). Por eso sería bueno recuperarlos. A los dos. ¿Se puede?
Si ambos viajasen a la concentración en Belo Horizonte, lo que es muy probable, más Mascherano y Di María, cuatro de las siete plazas requeridas estarían cubiertas; de algún modo las cuatro posiciones más importantes del sector. Todos ellos compondrían, si físicamente están bien, el mediocampo –inclusive– cuando Sabella experimente un 4-4-2 (Sabella no se ata a un único esquema, esa es una de sus varias virtudes). El problema es con que nivel futbolístico, además del físico, llegarán al Mundial.
Hoy, Gago y Banega no deberían ser titulares y si hubiese mejor cosecha no debiesen siquiera ir a Brasil; principalmente el primero de ellos. No demuestran ‘nivel de Selección Argentina’. Actúan en el fútbol local, lo que no es nada malo aunque asuste a los técnicos que sólo miran jugadores que militan en Europa, pero juegan con, digamos ‘nivel local’. Ese es el problema. Ninguno de los dos es superior a cualquier mediocampista de San Lorenzo, por citar apenas un ejemplo.
De continuar bajos en sus rendimientos, la Argentina tiene un problema que parecía no existir poco tiempo atrás. Sin defensa, con dudas en el arco y apenas dos mediocampistas ‘de primera’, poco será a lo que pueda aspirarse a la hora de enfrentar a mediocampos como los de Alemania (Ozil, Gotze, Lahm, Schweinsteiger, Khedira, Kroos) ó España (Iniesta, Xavi, Busquets, Tiago Martínez, Xabi Alonso, Thiago Alcántara, David Silva, Fábregas).
El quinto nombre a convocar es el del substituto natural de Javier Mascherano, que a estas alturas parece cantado para tal función: Lucas Biglia. Pero, distinto de un par de meses atrás, hoy por hoy y por su experiencia en la Selección también asoma como un posible titular. Suena muy bien para suplente y, específicamente, suplente de Mascherano, pero, por primera vez parece que puede ser ‘algo más’. Hasta fines del 2013 sólo si Mascherano retrocediese a la línea de fondo, como zaguero central –cosa nada aconsejable en este 2014–, Biglia podía ser visto como titular en el centro de la cancha. De otro modo sonaba improbable su titularidad. Ahora no tanto.
Biglia puede ser ese tercer volante, todo es posible, esto es fútbol: en la Selección y en Mundiales ya actuaron jugadores de mediocre nivel en sus clubes como Pablo Paz, con Passarella en el ’98 y el ‘Mencho’ Balbuena con Cap, Varacka y Rodríguez, el desastrado trinomio del ’74, por mencionar solamente dos de los muchos ejemplos que podrían enumerarse; peor aún, en la Argentina campeona del ’86 arrancó como titular Pedro Pablo Pasculli. Y también jugó Oscar Garré. Parecen chistes sin gracia, pero no.
Por lo tanto, en una emergencia, Biglia y Mascherano conformarían una dupla de contención, más próxima a los cuatro defensores y Di María matándose, como siempre, de la mitad hacia adelante. El tono condicional, el ‘ía’, está cambiando para una nueva realidad. Ese ‘futuro dentro del pasado’ parece estar llegando en paralelo a la fecha del mismísimo Mundial. Lucas Biglia por estos días está en la Lazio italiana, acomodándose a la vida romana, pero su paso de seis años por el Anderlecht belga fue más que bueno, superior a lo mostrado en su breve incursión por Independiente y ratificando lo insinuado, cuando surgió, en Argentinos Juniors, condición que lo llevó a las Selecciones juveniles Sub-17 y Sub-20.
Si el ataque argentino está ‘afilado’ y Gago y Banega no repuntan, física y futbolísticamente, Sabella deberá pensar en Biglia para esta ‘tercera posición’. Biglia no va a ser la figura de la Copa, no va a ser el líder, pero tácticamente puede cumplir misiones importantes. Es de esos jugadores que agradan más a los entrenadores que a los hinchas. Es la alternativa. Tal vez la solución… aunque nadie esté enamorado de su juego. Es difícil apasionarse por él, pero es raro no quererlo.
Comienza a entenderse que la mitad de la cancha no es el cristal resquebrajado que muestra la defensa, pero también está lejos de ser un vidrio confiable. No es el lugar de generación de juego que, en otros carnavales, ya lució la Selección Nacional (Simeone, Redondo y Maradona con Alfio Basile en 1994: algo muy próximo a la perfección) ni es el típico mediocampo ítalo-germano de ‘aquí no pasa nadie’ que actualmente exhibe, por ejemplo, Suiza, que liderado por Gokhan Inler (Napoli) lo puebla con otros cuatro volantes: dos recuperadores y a la vez distribuidores, Valon Behrami (Napoli) y Granit Xhaka (Borussia Monchengladbach) y abiertos, subiendo al ataque, Xherdan Shaqiri (Bayern Munich) y Valentin Stocker (Basel, el único del fútbol local). Argentina no tiene ‘todo eso’.
Hoy, en mitad de cancha, a la Selección Nacional no le sobra nada; le falta. Sabella necesita mínimamente dos nombres más para darle forma a su convocatoria de mediocampistas. Por lo que hablamos de la fragilidad en la retaguardia, no estaría mal que esas dos plazas se ‘rellenen’ – no será más que eso, seamos sinceros –, con volantes que tengan características muchísimo más defensivas que ofensivas. Frenar a los rivales antes de que lleguen al área sin aduanas que tenemos. Y no permitir que se aproximen al arco que, seguramente, defenderá ‘el dueño de todos los bancos’, Sergio Romero. Si Rodrigo Braña fuese más joven sería ‘ese’ jugador que falta. Guillermo Farré, de Belgrano de Córdoba, que no está en los planes de nadie, es en la actualidad quien mejor cumple ese rol entre todos los jugadores vigentes con pasaporte argentino.
Así las cosas y revisando las últimas convocatorias, y actuaciones, nombres como el del ahora ‘inglés’ Erik Lamela ó Javier Pastore del PSG francés y Walter Montillo, actualmente en China, parecen poco posibles y nada necesarios. ¿Para qué? ¿Qué resolverían? Aunque, y antes de todo, seguramente, habrá que encontrar al suplente de Di Maria, que puede ‘romperse’ (sería terrible para la suerte argentina, tan nocivo como si se lastimase Messi). Ricky Álvarez, actualmente en el Inter de Milán, es quien, por características propias, parece más acomodable a tal misión. No es Di María pero, si encaja en el esquema, puede sorprender. Tiene despliegue, cuando quiere, y fantasía, cuando se inspira.
Personalmente, yo lo llevaría al ‘Cabezón’ Andrés D’Alessandro que literalmente la rompe en el Inter de Porto Alegre, pero Sabella nunca se ocupó de él. Además, tener algún jugador que está viviendo en Brasil puede sumar al grupo bastantes cosas desde otros lugares que no sean lo futbolístico. De esta forma y enfrentando la realidad sin falsas ilusiones, si el sexto volante (adelantado) fuese el ex Vélez y muy zurdo Ricky Álvarez, sólo faltaría ocupar una plaza. Rebobinando: Biglia suple a Mascherano y es la gran alternativa de ser el ‘tercer volante’, Álvarez va como substituto de Di María y Gago-más-Banega, entre ambos componen una pieza única de alternancia, ocupando dos vacantes en la lista de 23. Son seis, aunque solamente dos de alta gama.
El séptimo mediocampista debiese ser muy dúctil, llegado el caso deberá jugar en cualquiera de las posiciones, por derecha o por izquierda, también en el centro, un poco más atrás o un poco más arriba. ¿Tiene la Argentina a ese jugador? No. Con destaque, no. Sabella parece contar con dos nombres para discutir futbolísticamente quién de ellos viaja a Brasil: José Sosa, hoy en el Atlético de Madrid de Simeone, y Augusto Fernández, también en España, pero un escalón más abajo, en el Celta de Vigo, aunque con más continuidad que el carcarañense Sosa. El ex Estudiantes –¿eso le da ventaja?– es más talentoso, pero el ex Vélez termina rindiendo más. Sosa aún ‘no apareció’ en el Atlético de Madrid. Convengamos: ninguno de los dos es el sueño de ningún técnico mundialista que desee ser campeón.
De todos modos, estamos hablando del tercer suplente de cualquiera de todas las otras posiciones; realmente es improbable que quien vaya a Brasil en estas condiciones, juegue más de diez minutos (tal vez en la primera fase, en un partido resuelto, por aquello del ‘para que jueguen todos’ ó en una emergencia grande, muy grande, por lesiones y suspensiones al por mayor, en la fase decisiva). Brasil en 1962 fue campeón del mundo utilizando solamente 12 jugadores, Amarildo reemplazó a Pelé a partir del tercer partido. Claro que aquellos eran Mundiales donde la Fase final la jugaban solamente 16 países y durante los cotejos no se podían realizar cambios (apenas el arquero en caso de lesión). Pero todo puede suceder. Hay que prepararse para todas las situaciones.
Sin embargo, creo, el séptimo hombre no será ninguno de los mencionados. Sabella –que tiene dudas de si lleva un volante más o un defensor menos, según confesó un mes atrás mientras veía videos con partidos de Irán– apostará por un conocido de los escenarios mundialistas que, llegado el caso, puede jugarle tanto en el medio como de delantero: Maxi Rodríguez. Consideremos, no obstante, que el jugador de Newell’s, además de venir actuando en ritmo nacional, cosa que no hace feliz al entrenador, tampoco ‘la descose’. Está por sobre el nivel de Gago y Banega, sí, pero no es el Maxi de otros Mundiales…
De los experimentados que militan en Argentina Maximiliano Rodríguez es quien más juega a la altura de su prestigio, pero está lejos de marcar una diferencia importante con los jugadores del medio local. ¿Es mejor? A veces lo es. Pero no pasa de eso. ¿Todo equipo argentino quiere tenerlo? Sí, absolutamente todos. Pero no va más allá de ello. Ya no es el Maxi de dos o tres temporadas atrás, ni el del primer torneo de su regreso a Newell’s. El calendario también pasó para él; con 33 años largos está descendiendo de su meseta de más alto rendimiento. Maxi puede resolver muchos problemas y seguramente Sabella lo llevará a él. Pero será más bombero que usina de juego.
En los nombres aquí mencionados está el mediocampo argentino. ¿Deslumbra? Noooo. ¿Alcanza? Ssss… sí, especialmente para jugar 4-3-3 porque se coloca más peso en el ataque, donde está el único fuerte inequívoco de ‘este’ equipo. Y allí alcanza porque un 66%, el que suman Mascherano y Di María, cumple con sus funciones en alta escala –esperemos ese rendimiento del ex River–. Pero no es un mediocampo que asuste a Vicente Del Bosque (España), complique a Joachim Löw (Alemania) o le robe la pelota con facilidad al Brasil de Felipão y Parreira.
Viendo el panorama objetivamente, repasando todos los nombres, habrá que encender velas para que Mascherano y Di María no se lesionen, no sean expulsados, no se escapen de la concentración, no los intoxique la comida, no les hagan una macumba… Nos falta una ‘Bruja’ Verón con diez años menos. Ese es el jugador que hoy no tiene la Selección y pide a gritos… Tanto falta que, si Hugo Campagnaro, que irá como defensor de todos los puestos, juega en el medio, no debiese sorprender. Para nada. Puede ser hasta una gran opción en esta falta de opciones que empieza a meter dudas en la cabeza de todos.
‘Cuchu’ Cambiasso, aparentemente ‘seguido’ por el técnico, no parece una alernativa sería ni aún en las actuales y críticas circunstancias. Su ciclo albiceleste ya fue y hace tiempo, aunque sea rubio, atienda bien a los periodistas, use un vocabulario adecuado y reúna esas cosas que a la prensa porteña, especialmente la más imberbe, le encanta. Lucas Romero, el pibe de Vélez que todavía nadie conoce y algún periodista intenta ‘vender’ como idea del cuerpo técnico, tampoco suena a música, por ahora es un par de compases. El menor de los Zucculini, Bruno, el de Racing, estaría en los planes de Sabella. Con Luis Zubeldía mostró, un año atrás, que puede ser a mediano plazo un jugador de Selección, pero ‘Mostaza’ Merlo –el mismo que en vez de escuchar la sabiduría de Mauro Camoranessi lo desafecta del plantel–, lo transformó en un jugadorcito de inferiores: habría que trabajarle mucho la autoestima; y no parece haber tiempo para tanto diván. Ninguno de ellos arregla el inesperado desbarajuste de abril en mitad de cancha.
Pensar que en el ’78 Menotti no usó a Brindisi, que el Beto Alonso fue suplente como Bochini lo era en el ’86. En Copas anteriores a esas dos nos permitimos que Sivori y Maschio jugasen para Italia y Distéfano fuese convocado por España. No nos acordábamos que Grillo estaba en Italia. Es obvio que, cuando se dice que ‘todo tiempo pasado fue mejor’, la invasión de nostalgia contamina los recuerdos y, sabio también es aquello de que ‘el pasado se novela a sí mismo’, pero… no jorobemos, había otra calidad, otra materia prima, se jugaba otro fútbol. En realidad, se jugaba al fútbol.
Porque así como tampoco nos preocupamos por Angelillo o Manfredini en una época; y Menotti se dio el gusto de no convocar a Pernía y de perder a Carrascosa, y Passarella aceptó no tener a Redondo por no cortarse el cabello en la última Copa del Siglo pasado, enseguida la escasez comenzó a pronunciarse y bien antes de la era Sabella. Carencias que la aparición de un par de súper-cracks disimula para la ‘gilada’ pero no engaña a quienes entienden ‘de esto’. Sin contar las locuras de técnicos como Maradona, señores, que en vez de reconciliarse con Riquelme llevó a Ariel Garcé a Sudáfrica 2010, quien gracias a Telekino podrá jugar una Copa ahora, en 2014… Todo dicho.
El repetido repaso de todos estos mediocampistas, a menos de dos meses del puntapié inicial, indica que la Argentina no es una de las grandes selecciones, ni de las grandes candidatas, aunque tenga un puñado de jugadores excepcionales, incluyendo al mejor del mundo: Messi. ¿Los hinchas perciben esto, lo tienen claro? ¿O continúan ciegos creyendo que Messi es Dios, ese Messi que no la tocó contra los de Simeone por la Champions, erró penales en los últimos tiempos, no pudo doblegar ni una vez al Granada cuatro días después de la eliminación europea y poco aportó ante el Real por la copa del Rey?
Adelante ‘sobra’ gente (nunca sobra, pero…), tanto que todos hemos aceptado a regañadientes que no participe Carlos Tévez y ya ni se piensa en ‘Nacho’ Scocco, Hernán Barcos, ‘Licha’ López, Franco di Santo o el ascendente Mauro Icardi; pero en las otras líneas hay marcado déficit. Sabella tiene que administrar un desequilibrio pocas veces visto. Atrás hay carencias de principio a fin y, ahora, empieza a preocupar el medio de la cancha.
Si somos extremamente severos, de 23 plazas la Argentina tiene muy bien cubiertas solamente cinco: las de Messi, Agüero, Di María, Mascherano e Higuain. El resto no es ninguna maravilla, aún en los casos en que puede decirse que ‘no está mal’, como sucede con Rodrigo Palacio y Ezequiel ‘Pocho’ Lavezzi (el jugador que más evolucionó en Europa en el último año) pero, nótese, ambos sólo son suplentes.
Imaginemos por un momento que el ataque titular argentino fuese Lavezzi, Higuain y Palacio, con el medio que analizamos y la defensa que padecemos; ¿Estaríamos confiados? ¿Seriamos optimistas? ¿Podríamos pensar que el título es posible? ¿Aspiraríamos a eliminar alemanes, holandeses, españoles y brasileros? Tal vez no pasemos de los belgas que ya supieron derrotarnos en Mundiales y con Maradona en cancha… El chauvinismo futbolero impide que se adviertan estas realidades, pero la Argentina, como Sabella, deberá rezar más que entrenar si pretende volver con alguna gloria del vigésimo Mundial…