De la “revolución dirigencial” a un cúmulo de errores que dejaron al expresidente sin apoyo, sin dinero y lo hicieron fracasar estrepitosamente.
Juan Manuel Herbella
“Lo que Lenin había previsto y Trosky había tratado evitar, se estableció en la URSS: la dictadura sangrienta de un solo hombre, Jose Stalin, que se hacía glorificar como nuevo Lenin y salvador de todas las Rusias”. Eduardo Del Rio (Rius) en “El diablo se llama Trosky”
Lo que el mundo del fútbol sabía y Cantero había tratado evitar, se estableció nuevamente en Independiente: la “dictadura” mafiosa de Pablo “Bebote” Álvarez. Un reconocido “barrabrava” que se maneja con total impunidad, se hace glorificar como el conductor de la fiesta futbolera y se comporta como el “capo di tutti capi” de todas las hinchadas, mientras gestiona la logística de la horda que “invadirá” Brasil para la Copa del Mundo.
En el aspecto institucional, Independiente jamás tuvo paz
El 18 de diciembre de 2011, Víctor Javier Cantero ganó las elecciones presidenciales en Independiente. El hincha votó mayoritariamente a la agrupación que se presentaba con el lema: “El cambio es posible, si vota a Independiente Místico está poniendo una escoba para barrer la mugre del club”. La gestión de su antecesor (Julio Comparada) estaba siendo seriamente cuestionada por malversación de fondos y por connivencias espurias. En lo futbolístico, el equipo no marchaba bien en el campeonato pero, un año antes, se había coronado campeón de la Copa Sudamericana. Al votar a Cantero, el socio no elegía un magnate millonario que pusiera en orden las finanzas del club y armara un equipo fastuoso para obtener el éxito (eso no quiere decir que no le interesase), buscaba ética y principios.
El miércoles 21 de diciembre asumió en el cargo y, a los pocos días, se desencadenó una ola de inconvenientes financieros, con la inhibición de Menotti (por más de 350.000 dólares) y la billetera flaca para conseguir los refuerzos en el receso veraniego que demandaba el entrenador (Ramón Díaz). Estos inconvenientes continuaron hasta la actualidad, donde se acumulan entre otras cosas: retrasos en el pago de salarios, un juicio en FIFA con un club griego por Leonel Núñez y el bochornoso embargo de Luciano Leguizamón a las Copas históricas.
En el aspecto institucional, jamás tuvo paz. A los pocos meses, renunció (para luego retornar) el vicepresidente Claudio Keblaitis tras las amenazas sufridas por su familia. Lo siguió el choque en la puerta de la sede con Pablo Álvarez, la renuncia de Florencia Arietto (encargada de la seguridad del club y firme defensora de la exclusión a las barras), la Asamblea de las sillas voladoras (con el descenso consumado), la huída masiva de dirigentes oficialistas y el salvataje económico que nunca llegaba.
Independiente vive en un estado de anomia, Cantero no continúa en el cargo pero no está claro cuánto poder tienen los que aún permanecen en su despacho. El descenso, por primera vez en más de cien años de historia, refleja que la gestión de “Independiente Místico” en lo deportivo fue pésima y las deudas contraídas en su período, sumadas a las acarreadas de períodos anteriores, muestran que la gestión tampoco ganó “el campeonato económico”. El ciclo está llegando a su fin de la peor manera (derrotado deportivamente, endeudado y sucumbiendo ante el poder de los que venía a combatir) y la historia no será benevolente con el conductor.
En “El diablo se llama Trosky”, un libro sencillo y contracultural sobre la vida y las ideas del revolucionario Lev Davidovich Bronstein (León Trosky), se describen sus inicios, su rol como pilar fundamental de la Revolución Rusa (junto a Lenin) y la caída en desgracia (descrédito, destierro, persecución y asesinato), al perder la lucha por el poder con Stalin. Tal vez, en un tiempo remoto, aparezca un hincha de Independiente que escriba un libro contando la historia del hombre que pregonó una “revolución dirigencial” sin armas, izando la bandera de la ética y los principios, plantándole cara a los barras y a las mafias pero que por un cúmulo de errores propios y zancadillas ajenas, en poco tiempo se quedó sin apoyo, sin dinero y fracasó estrepitosamente. Si este libro ve la luz, debería titularse “El diablo se llama Cantero”.