Si hoy gana, será el único puntero. El milagro de un club que pasó de la bancarrota a la ilusión del título.
Dentro de una semana, el médico volverá al lugar de los hechos: Cólon jugará en Rafaela, aunque no por el ascenso a Primera, como en 1993. Esta vez la misión será evitar la caída al abismo de la B. Y ahora, a diferencia de hace veintiún años, el señor al que todos llaman Lalo no podrá cortar el avance de algún delantero rival encaminado al gol. Eduardo Vega, el médico, ya es presidente de Colón. Como condición para asumir el cargo, resignó los siete salarios que el club jamás le pagará.
Para el reino del revés, el Sabalero es el equipo perfecto. El esquema cierra también por la esquizofrenía del fútbol argentino: Colón puede ser campeón e irse al descenso. Todo y nada en el mismo rato. A cinco fechas del final del torneo está fuera de la zona roja, el lugar predestinado para un club que hizo hasta lo imposible para enterrarse en los promedios. La FIFA, por ejemplo, llegó a descontarle seis puntos por no pagarle al Atlante el pase de Juan Carlos Falcón. Sin embargo, el equipo que le entrega la pelota al rival para “provocarle un desgaste mental” –le dice su técnico, Diego Osella, a PERFIL– es el asesino perfecto: nadie sospecha que pueda ganar el título un grupo de jugadores que apenas convirtió once goles en el torneo; sólo supera con esa marca a Tigre, Argentinos Juniors, Arsenal y All Boys.
Pero Colón tiene dos caras. Como un monstruo con gen argentino, es el que menos goles recibió: siete. “Colón tenía muchos goles en contra. El objetivo era bajar eso. Después, ser agresivos”, señala Osella. Arriba, señala, juntó a los rapiditos para que puedan prevalecer en el uno contra uno.
El entrenador al que confundían con su homónimo basquetbolista –“en mi época de jugador”, aclara–, destaca a Jorge Solari como el DT que mejor desarrollaba una idea. Sin intentar copiarlo, explica que Colón es un equipo “incómodo”, hasta que de pronto se queda callado. De fondo, en su televisor, se escucha el gol de Belgrano ante Godoy Cruz. A Osella le cae bien el tanto de Jorge Velázquez porque lo padece un rival directo del Sabalero. “No me acuesto pensando en ser campeón”, asegura. Y completa, por si hiciera falta: “Lo digo sinceramente, no es ponerme el cassette”. La única cinta grabada y que le repite a sus “guerreros” –así define a los jugadores– es que a Colón “no le sobra nada”. Cree que si se corren del eje, están perdidos.
El vacío. La doble vida de Colón es embrionaria. En su génesis ya hay dos lecturas posibles: la fecha de fundación está fijada el 5 de mayo de 1905; la real, marcan los sellos originales, es 2 de mayo de 1905. La diferencia de tres días podría ser superada por una fecha reciente: la de la refundación. “Resurgir Sabalero” fue la agrupación que impulsó a la presidencia a Vega, quien ganó las elecciones del 22 de diciembre de 2013 con el 68% de los votos. Atrás quedaban Germán Lerche, el presidente que hizo que la AFA le pagara por adelantado al club 20 meses del Fútbol para Todos, y un tendal de deudas. Y un plantel en default: “Si ellos quieren, los jugadores pueden quedar todos libres”, dijo por entonces Vega. Por falta de pago, los futbolistas podían abandonar la camiseta. Del éxodo se destacan seis casos: Prediger, Ronald Raldes, Moreno y Fabianesi, Urribarri, Rubén Ramírez y Leguizamón. También se fue el técnico, Mario Sciaqua.
Por entonces, el club recibió un golpe más: no podría hacer incorporaciones justamente por no haberles pagado a esos jugadores. La excepción fue la llegada de Ezequiel Videla, al que la AFA le hizo un hueco por la lesión de Maximiliano Caire, que no podría estar en todo el campeonato. “Para todo el mundo, hicimos la pretemporada descendidos”, dijo el viernes Gerardo Alcoba en Radio América. El defensor central, Germán Montoya, Darío Gandín, Jacobo Mansilla y Lucas Landa son la reserva anímica del DT. “Los líderes positivos”, sintetiza. El equipo nunca tiene la pelota (tuvieron menos posesión que sus rivales en todos los partidos), pero sí las ideas claras. “Ellos están programados para salvarnos del descenso”, insiste Osella.
Todos atrás y Dios de nueve. El realismo mágico también es aplicable a coquetear con la punta si el nueve del equipo no tiene gol. Lucas Alario tardó cuatro años en marcar uno, y fue de penal. Recién en este torneo Alario pudo festejar en Primera, ante Tigre, y la fecha pasada, frente a Newell’s. Antes había paseado invicto por las áreas (2010/11, un partido; 2011/12, nueve partidos; 2012/2013, dos partidos). En el torneo Final, completó toda la grilla del fixture.
Alario es un símbolo. El DT lo tranquilizó: los nueve de los equipos grandes tampoco hacían goles. Y le recalcó lo mismo que al resto. En el diccionario sabalero una de las primeras palabras es “paciencia”.
Osella y Vega se hablan poco. No hace falta, dice el DT. El presidente confía en el padre de esta criatura. No porque se mantenga arriba. “De entrada me dijo que estaba convencido de que se podía hacer un buen trabajo”, cuenta Osella. Vega es un hombre de fe. Quizás por eso aquella vez salió al cruce para frenar a Horacio Pucheta, el delantero de Rafaela. Vega era el médico del equipo. Ahora, como presidente, le toca curar al club de los milagros.