Antes de presentarse en nuestro país en marzo en el Gran Rex, la mayor cantante de protesta de la historia habló con PERFIL. Cree que Obama se apagó al llegar a la Casa Blanca.
Una tormenta perfecta”, así define Joan Baez (73) su vida. Ya lo había hecho en otras ocasiones, seguro, ¿qué otra forma podría usar la legendaria artista folk y activista política que estuvo enamorada de Bob Dylan (y fue correspondida), que se codeaba con los Beatles y que fue invitada por Martin Luther King para marchar juntos?
“A veces me pasa”, le dice en exclusiva a PERFIL, antes de su visita musical el 6 y 7 de marzo en el teatro Gran Rex como parte del tour Gracias a la Vida, “que (N. del R: se ríe antes de decirlo) he convivido tanto con la parte ‘legendaria’ de mi persona, desde que aparecí en los 60, que me cuesta por un lado entender ciertas fascinaciones que son muy parte de mi pasado… Dylan, mi presencia en Woodstock: supérenlo, no fue una revolución… Me hacen creer que no han pasado muchas cosas en las vidas de los demás, y por otro lado eso ha sido tan parte de mi vida, de toda mi vida, y no puedo imaginarme fuera de esa vorágine”.
Baez, como bien se dice, fue en un momento la Madonna del folk y del activismo: esa lucha se extiende a sus días. “Sí, es verdad. En aquel momento eran derechos civiles, después fue Vietnam e incluso en mi pasada visita a Buenos Aires sucedían cosas”. Habla de 1981, cuando vino a Buenos Aires por primera vez: “Recuerdo de aquella ocasión una serie de imágenes: mi encuentro con Pérez Esquivel, mi descubrir a Mercedes Sosa (por algo el tour se llama así) y obviamente la tensión política. Los desaparecidos. Me acuerdo que fui a marchar con las Madres y nos apuntaron. La gente creyó que yo corría un riesgo, pero el riesgo estaba en aquellos que se quedaron ahí. No quería poner a nadie en peligro. En esos momentos es donde se ve la calidad de la gente y por aquel entonces veía algo que hoy no veo en Estados Unidos, mi país”.
—¿A qué te referís puntualmente?
—Creo que los 60 fueron un instante irrepetible, de una pureza que hoy no existe. Estaban los Lennon y los Dylan, Dylan representaba una voz que a mí me guió en lo que sentía. La música de hoy, no por falta de talento, muestra los tiempos confusos que se viven: no hay un sentido de comunidad. Y no tiene que ver con el avance del capitalismo, tiene que ver con, precisamente, aquel algo irrepetible. No podría hablar siquiera de que no hay progreso: me da más miedo la sensación de que todo se acerca a la caída libre de esos ideales. Estados Unidos es la tierra del egoísmo. Perdimos mucho después de Vietnam: no sabíamos contra qué protestar, o cómo pararnos, y ahí fue donde comenzó el fin.
—¿Obama no se acercó a otra cosa, al menos comparado con Bush?
—Bush era un asno. Pero, respecto de Obama, en un instante, sí. Pero desearía que nunca hubiera sido presidente. En sus discursos de campaña, su fuerza era admirable, sus ideales. Pero es difícil hacer cosas desde la Casa Blanca. Quizás si no hubiera sido presidente, su potencia como agente externo, como motivador hubiese sido muchísimo más importante. Podría haber liderado un movimiento muy importante.
—Entonces, ¿ya no cerrás tus recitales con “We Shall Overcome” (traducción: Algún día triunfaremos), el tema de tu querido Pete Seeger que viene siendo un himno del activismo?
—Hay una diferencia entre ser realista y pesimista. Yo soy realista, nunca fui una optimista, creo en la
gente, creo que hay grandes personas haciendo cosas en el mundo. Pero no hay grandes comunidades, y eso sí genera que puedan cometerse ciertas atrocidades. Un poco que sí creo en We Shall Overcome, pero soy alguien que aprendió a vivir con sus ansias y con algunas del planeta: hoy creo en las pequeñas victorias y en las grandes derrotas, ese es mi motor. Mirá esto: me decís que hace 40 grados en Argentina. Eso es un desastre. Es parte del desastre global ecológico. Me da terror el futuro en el que vivirán mi hijo y mi nieto. Y no tiene que ver con un sentido de nostalgia. Odio que lo vean como un acto nostálgico. Tiene que ver con la realidad de un planeta que ha cambiado muy rápido y por todas las razones equivocadas. Soy muy creyente de que el coraje es contagioso, por eso lucho, por eso resisto, por eso me duelen mis derrotas. Pero eso no implica que uno se dé por vencido. Eso sí sería un tremenda derrota. Y no va a pasar.
La mera mención de Dylan o de los Beatles, compañeros generacionales y de juntadas de Baez, le trae una incómoda sonrisa: “Entiendo que eso impresione, pero nadie quiere ser leyenda. Yo quiero que se hable de mí en términos más expansivos, más amables con cómo dominé mis demonios y me llevó toda una vida”. De quien sí habla “como ejemplo que debería haber cambiado todavía más al mundo, de quien debemos aprender mucho” es de Martin Luther King: “Nunca voy a olvidar lo que fue caminar a su lado. Ver a niños con carteles peleando por derechos civiles y que reaccionaron frente a la policía poniéndose de rodillas, siendo pasivamente agresivos. Fue una de las cosas que más se me grabaron en la memoria”.
—¿Qué pasa cuando ves determinadas cosas de la cultura popular, como Miley Cirus haciendo twerking? ¿Te molesta?
—Tengo que ser absolutamente sincera: estoy muy desconectada de lo que pasa en la cultura actual. Es muy consciente. Antes cuando te hablaba de la música actual también lo decía en términos de ¿adónde se va con la música?
¿A Fox News? ¿A radios de multimedios? No digo que antes fuera más sencillo, pero parecía haber un interés más genuino en la cultura y no tenía que ver con que no podías escapar de ella.
Quizás algo está sucediendo: quizás está en la internet, o en otro lugar. Pero es cierto que tenemos que hacer lo que podamos para mantener a la Madre Tierra lo más posible y que todo no se acabó con Blowin’in the Wind.
—¿Cómo ves hoy aquel pasado donde eras una superestrella de la música en un momento, como vos decís, irrepetible?
—En ese entonces me aterraba que me vieran como alguien que sólo quería subirse a algo para tener éxito comercial. O que no me tomaba en serio la música por todas mis actividades políticas. En un instante me di cuenta de que necesitaba reinventarme: es difícil pensar que ayer estaba con los Beatles y en un pestañeo veo el mundo irse al diablo.
Una figura emblemática
Adolfo Pérez Esquivel*
A Joan Báez la recuerdo con mucho afecto y cariño. Ella y Bob Dylan son figuras emblemáticas de la resistencia, la lucha por la paz y los derechos de los pueblos. La conocí en 1981, cuando vino a dar unos conciertos programados a la Argentina y manifestó que quería conocerme. Yo ya había salido de prisión y recibido el premio Nobel de la Paz, así que nos encontramos en la sede del Serpaj (Servicio Paz y Justicia), en México y Bolívar. Como eran tiempos de dictadura, nos pusieron una bomba en el balcón. Tuvimos que desalojar el lugar y llamar la Brigada de Bomberos para que desactiven la bomba. Por su solidaridad conmigo y con toda la situación del país, Joan recibió varias amenazas y hasta tuvo que cambiarse de hotel por las persecuciones que sufrió. Ella la pasó muy mal hasta el extremo que le suspendieron sus conciertos por las amenazas. Ojalá que ahora pueda dar el recital porque es una gran cantante. Espero poder estar para asistir a su concierto, ya que le debo un agradecimiento enorme por aquella presencia.
*Premio Nobel de la Paz.