Extrovertido e histriónico como de costumbre, el jugador de Rosario Central deja en claro que, si bien asume “un rol diferente” dentro del plantel, jamás interfirió en las decisiones de Gorosito. Además dice que los argentinos no valoramos nuestro fútbol como deberíamos, y no le cierra la puerta a una nueva convocatoria a la Selección.
“¿Qué hacés, Bombón? Estoy dando una nota, te llamo más tarde. Besito.” Del otro lado, Bombón corta la comunicación y se va a cenar, esperando su turno para insistir con la llamada. De éste, y mientras chicos y grandes que lo ven estirarse en un sillón juegan a adivinar su nombre, Cristian Alberto González sigue soltando chistes. “Qué buen corte metiste, Pipo. ¿Por qué no te lo rebajaste atrás?”, le dispara a Gorosito, que menea sus rizos y sigue de largo, resignado ante la cargada.
“Bombón es la Bruja Verón, sí. Siempre le digo así”, devela enseguida Kily, para aventar esa fama de hombre en conquista permanente bien ganada durante sus primeros pasos como futbolista conocido. Ahora, con 32 años, jura que aquello pasó.
“No me arrepiento de todo lo malo que hice, aunque sé que hay cosas que no tengo que repetir. Si no ya sería un boludo. Cuando jugué en Boca, como estaba al lado de Diego, parecía que salía todas las noches y que estaba siempre borracho y con mil mujeres. Y no era tan así”, relativiza.
—Eran quinientas mujeres.
—No, trescientas (risas). No necesitás ir a un boliche para estar con alguien, tenés que ser más vivo. Hay que saber organizarse (se ríe de nuevo).
—¿Los años te bajaron las revoluciones?
—Sigo siendo muy eléctrico, en eso no cambié. Cuando volví, en el primer partido perdimos con Belgrano y a mí me expulsaron. Esa noche salimos de Córdoba a las doce y llegamos a Rosario a las diez de la mañana porque se había roto el ómnibus. Mis amigos de España me llamaban y me decían: “¿Pero cómo? ¿Vos no eras el que zapateabas cuando el avión salía con cinco minutos de retraso?”. Y sí, era ése, pero ahora estoy más tolerante porque en Central soy feliz.
—Aunque amagaste irte cuando no llegaban los refuerzos.
—Puedo pensar en irme, pero hacerlo realmente es otra cosa. Hoy más que nunca asumo un rol diferente, porque sé lo que represento para Central. Cuando las cosas no salen como quiero me canso o me da bronca, pero enseguida me prendo de nuevo.
—¿Los pibes te respetan demasiado?
—¿Qué? Les das la mano y se te cuelgan del brazo. Cuando empecé en Primera, Gonzalo (Belloso, actual compañero) y yo teníamos que esperar a que se bañaran los grandes para poder hacerlo nosotros. Hoy vas a entrar a la ducha y los pendejos te dicen “pará que voy yo antes”. Igual saben hasta dónde avanzar, conocen mis caras.
—¿Le sugerís cuestiones del equipo a Gorosito?
—Le digo lo que pienso, por algo soy el capitán. Incluso, él a veces me consulta. Pero de ahí a decir que le armo el equipo… Apenas puedo manejar mi casa.
—En estos seis meses que pasaron desde tu vuelta, ¿qué cambios notaste en el juego?
—Lo veo mucho más rápido ahora, no tenés ni tiempo de acomodarte. Nosotros no valoramos al fútbol argentino, pero por algo siempre se están yendo jugadores a las mejores ligas del mundo.
—Ahora, el Piojo López se suma a Verón y a vos en la lista de repatriados.
—Sí, y el mensaje que dejamos es hermoso. Yo escucho que ya no existe el amor a la camiseta, y estos tres ejemplos dejan claro que el sentimiento no muere. Estuvimos diez años afuera, ganamos títulos, plata, jugamos mundiales; ahora es tiempo de devolver. A mí este club me dio la posibilidad de comer más seguido, ¿cómo no voy a estarle agradecido?
—Kily presidente, entonces.
—Me encantaría seguir ligado al club, pero dejame seguir jugando un poco más, je. Mi imagen en Rosario es valorada y eso pasa porque hice las cosas bien, aun con mis errores y el carácter de mierda que tengo. Es que cuando me retire quiero que digan que Kily era buen tipo, no buen jugador. Aunque algún golcito metí…